miércoles, 10 de julio de 2013

ABIERTOS A DIOS COMO MARÍA



ABIERTOS A DIOS COMO MARÍA

Eusebio Gómez Navarro, OCD



Unos años antes de morir Monseñor Romero presidió la fiesta del Carmen en una parroquia salvadoreña. Al día siguiente, declaraba:

- ¡Qué fiesta tan hermosa! Todos rodeando la imagen de la Virgen en la procesión, rezando y cantando. Era gente sencilla, muy alejada de esas preoc
upaciones políticas y revolucionarias que a tantos preocupan. Yo me decía: ¡Este es el verdadero Pueblo de Dios!

Y el Pueblo de Dios canta:

“Es la Virgen del Carmelo

la que más altares tiene;

su sagrado Escapulario

no hay pecho que no lo lleve”.

Es cierto lo que canta la canción. Es la advocación del Carmen una de las devociones más populares de la Virgen. En cada capilla, en cada hogar católico hay alguna imagen o estampa de la Virgen del Carmen.

La advocación del Carmen viene del Monte Carmelo. El Carmelo, ha sido siempre un monte sagrado. En el siglo IX antes de Cristo, Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1R 18,39). Por eso la Orden del Carmen se ha puesto bajo el patrocinio de la Virgen del Carmen. San Juan de la Cruz, convertirá el Monte Carmelo en el signo del camino hacia Dios.

La Virgen del Carmen es la Virgen del Monte Carmelo. El Carmelo es una cadena montañosa de Israel que, partiendo de la región de Samaria, acaba por hundirse en el Mar Mediterráneo.

Una tradición piadosa sostiene que, desde los días de los profetas Elías y Eliseo, hubo en aquella zona hombres de oración que vivían en soledad la búsqueda de Dios. Después, en el período de los Cruzados, surgió entre los cristianos el deseo de vivir sobre aquella montaña de vida de entrega al Señor. El patriarca latino de Jerusalén, San Alberto, pudo dar a los ermitaños del Monte Carmelo una regla religiosa el año 1212.

Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.

Los monjes que habitaban el Monte Carmelo, se lanzaron por Europa a principios del siglo trece. En medio de las persecuciones de que fueron objeto, san Simón Stock pidió la protección de María. En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden con la siguiente promesa: “Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera con el escapulario no sufrirá el fuego eterno”.

La Virgen del Carmen ha acompañado a los Carmelitas a propagarse por todo el mundo y se les llamó: “Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo”. En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.

Los últimos papas han elogiado esta devoción. En 1950 el Papa Pío XII escribió “que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos”. Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a la Virgen y debe comportarse como ella, fiel discípulo de Jesús, a la escucha de la palabra, atenta a Dios y a las necesidades de los humanos. El buen hijo de María, perseverará en el camino de Jesús hasta el final.

Entre los Carmelitas el Escapulario es un vínculo especial de los carmelitas a María y es expresión de pertenencia a la Orden y de compartir su devoción mariana. Actualmente el Escapulario de la Virgen del Carmen es un signo aprobado por la Iglesia y propuesto por la Orden Carmelitana como manifestación del amor de María por nosotros.

El escapulario no es un amuleto que preserva mágicamente de las enfermedades. No es un talismán que por sí mismo nos atrae la gracia y protección de Dios. Es una prueba del maternal cuidado de María, quien dijo a San Simón Stock el 16 de Julio de 1251: “Recibe hijo mío este escapulario, prenda de salvación eterna para todos los que lo lleven”. El escapulario es, pues, un sacramental, es una señal de protección de la Madre de Dios.

El escapulario es un signo de amor, un símbolo. El símbolo es necesario en nuestra vida, con el entendemos mejor y vivimos. Vivimos en un mundo de símbolos: la llama de fuego, el agua, la luz, el pan, el vino… El mismo Jesús uso el pan, el vino, el agua. En los Sacramentos los símbolos expresan y operan una comunicación con Dios, que se hace presente a través de tales cosas concretas y cotidianas.

El escapulario es un signo de amor que ha de ser llevado con dignidad, como un fiel discípulo de Jesús e hijo de María.

A María tenemos que imitarla en su relación con Dios y con los hermanos. Ella nos enseña:

A vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida;

A escuchar la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo después en práctica las exigencias de esta voz;

A orar fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos;

A vivir cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus necesidades.

Quienes llevan el escapulario tienen que seguir a Jesús con las actitudes de María, es decir, abiertos a Dios y a su voluntad, guiados por la fe, por la esperanza y por el amor, cercanos al prójimo necesitado y orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias,

María del Carmen es patrona, aurora, manto, guía, reina de mar cielo y tierra, pero es, sobre todo, Madre.

Quienes deseen venir a honrar a la Virgen el día del Carmen, pueden acompañarnos al Rosario de Aurora a las 7:30 o a cualquier misa en los Carmelitas de la C/ Zamora, 59. Para cualquier información llamar al 923214346.

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